La crítica no implica el dolor o la muerte, también es construcción y esperanza.
La mera intuición es la que permite comenzar a pensar, la interacción, el instinto, la historia.
Hace ya varios años que conocemos el discurso, y aunque no teníamos la edad para comprender qué era lo que hacían con nuestras mentes, podíamos oler o sentir el mal olor, ese hedor putrefacto que enroncha los libros escolares, esa miseria tan pobre que avergüenza a cada texto, esa falta de amor y poesía en cada apunte de quien pretende enseñar y entregar conocimiento. No los culpo, no maldigo a ningún profesor, y aunque ellos sean el último eslabón controlable dentro de la cadena educativa, sé que muchos están atados, atados por los sueldos (necesidades básicas de subsistencia), atados por su moral, atados por lo que nunca se han atrevido a hacer.
Y es que la sociedad en su conjunto olvida los propósitos, cree férreamente que la realidad es inmodificable, la aceptación de la realidad a llegado a puntos preocupantes, es decir, somos seres que cumplen roles y funciones, pero ya nada puede ni debe crearse, todo existe, ya no podemos alejarnos de conceptos tan vivenciales como la bondad, o lo perjudicial, o simplemente, lo que es.
Comenzando por este pequeño cambio, es que podríamos empezar a definir vuelcos radicales en la convivencia humana y el pensar más profundo. Si llegásemos a modificar nuestras concepciones de qué es lo que realmente posee esencia, posee valor por sí mismo, y no entender a conceptos basados en estructuras, en lo tradicional e históricamente aceptado como verdades inamovibles y universalmente aceptadas y defendidas; recién en este punto, podríamos llegar a definir como humanidad social (ya no sociedad) cuál es el camino que quisiéramos seguir.
Lo anterior funciona en un mundo en el que las conciencias son valoradas y sobresalen por encima de todo bien material o concepto cultural arraigado en el materialismo de lo cotidiano. Sin embargo, en la actualidad no podemos contar con seres humanos que superpongan sus consciencias a lo terrenalmente inmediato y superfluo, por lo que existen medios a los cuales nos aferramos con garras y mordiscos, y que conocemos gracias a la historia y las acciones de generaciones pasadas. Es la historia a fin de cuentas la que nos moviliza. Es la armonía que pensamos para el mañana, y que aunque ni nosotros mismos lo visualicemos, la esperanza está intacta y cada vez más grande.
Las medidas de presión que como estudiantes conocemos, no llegan lejos, posiblemente no haremos historia ni cambios profundos en una marcha o un paro general, mas las ganas de vivir, los deseos de conocer el mundo, las ganas de ampliar nuestros lenguajes, etc.… todo hace que nos reunamos y dejemos de una vez por todas de ser lo que ellos quieren que seamos. De una vez por todas exigimos y queremos tener tiempo para vivir, para hacer, leer, sentir, mirar lo que se nos plazca, ver la educación ya no como un negocio o un intercambio social obligatorio, sino que empezar a descubrir nuestros reales intereses y formas de ayudar a construir un mundo libre.
Necesitamos entender la educación como un proceso coherente con lo que seres humanos como nosotros necesitan. Es imprescindible hacer notar, hoy y mañana, que nuestras mentes e ilusiones dan para mucho más de lo que se nos pretende entregar en las aulas, somos mucho más de lo que creen.
Con cada acción sumamos consciencia, sumamos vida y experiencias, que es a fin de cuenta en lo que nos encontramos (y siempre olvidamos). Que estamos viviendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario